Las enfermedades hepáticas relacionadas con el alcohol son la principal causa de muerte por consumo excesivo de alcohol y, aunque son curables en las fases iniciales, muchas personas no se dan cuenta de que las padecen hasta que es demasiado tarde para revertir la situación.
La primera fase de la enfermedad es la hepatopatía grasa, o esteatosis. Esto ocurre cuando empieza a acumularse grasa en el hígado, que es el encargado de metabolizar el alcohol. En la segunda etapa, el consumo excesivo de alcohol activa el sistema inmunitario del organismo, provocando inflamación en el hígado.
Si el daño continúa, puede acumularse tejido cicatricial en el hígado, lo que conduce a la tercera fase, la cirrosis. Aproximadamente el 20% de las personas con hígado graso relacionado con el alcohol evoluciona a cirrosis.
Algunas personas también desarrollan hepatitis asociada al alcohol, que es una inflamación grave del hígado. Es más frecuente en personas con cirrosis, pero puede aparecer en cualquier fase si se bebe mucho (de ocho a diez copas al día). Tanto la cirrosis hepática como la hepatitis asociada al alcohol pueden ser mortales.
La cirrosis tarda años o décadas en desarrollarse. Por eso, las enfermedades hepáticas graves son más frecuentes en adultos mayores.
No obstante, las enfermedades metabólicas, como la obesidad, la diabetes o la hipertensión, también pueden dañar el hígado. Esto hace que las personas «corran un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad hepática más rápidamente con niveles más bajos de consumo de alcohol.
En las primeras fases de la enfermedad hepática relacionada con el alcohol no hay síntomas, lo que dificulta su identificación.
Cuando se diagnostica en las dos primeras fases, suele ser porque los análisis de sangre revelan una función hepática anormal. Estos análisis pueden realizarse como parte de una detección metabólica rutinaria, o un médico puede recomendarlos si está preocupado por el consumo de alcohol de un paciente. Si los niveles de enzimas hepáticas de una persona son anormales, una ecografía o una resonancia magnética pueden determinar en qué fase de la enfermedad hepática se encuentra la persona.
A menudo la enfermedad hepática sólo se detecta cuando aparecen síntomas alarmantes en las últimas fases.
Dado que el hígado puede regenerarse por sí mismo, las dos primeras fases de la enfermedad hepática pueden revertirse si el paciente deja de consumir alcohol.
«Y una vez que se llega a la cirrosis, se corre un riesgo mucho mayor de complicaciones, progresión, cáncer de hígado y, por supuesto, la muerte, desgraciadamente».
Sin embargo, señalan profesionales de la salud, que incluso con cirrosis, si la gente deja de beber, «el riesgo de morir de cirrosis al año siguiente disminuye significativamente.»
Si le preocupa la salud de su hígado, según los expertos, el primer paso es hablar con un médico y pedirle que le haga pruebas de la función hepática. El objetivo es detectar cualquier problema lo antes posible.
NoemiZamora@moróndigital.com.ar